Homilía Domingo XXXII, Inmaculada concepción de la divina providencia





LA INMACULADA CONCEPCIÓN DE LA DIVINA PROVIDENCIA

INTRODUCCIÓN

     Hoy en nuestra parroquia celebramos la fiesta de la Inmaculada Concepción de la Divina Providencia. Celebramos como Dios en su providente gobierno del universo preveía, anticipaba y preparaba a la virgen María para ser  la Madre de Cristo. 
El amor de Dios no es que nosotros amamos a Dios sino que primero Dios nos amó.  El amor de Dios fue previsto, anticipado y preparado.

EL ARGUMENTO

Para entender bien la Inmaculada Concepción es necesario entender lo que es el pecado original.
El pecado original es como la deuda externa.  Personalmente no somos responsables por contratar la deuda del gobierno pero sufrimos las consecuencias.  El pecado original como la deuda externa no solamente es malo en sí pero también es la causa de otros males.
¿Y exactamente qué es el pecado original?  Permítame a intentar a explicar:
Primero Dios nos amó pero el hombre no volvió el amor recibido, fue ingrato.  Desde Adán y Eva el hombre ha sido egoísta, soberbio.  No fue sincero con Dios y no confió en Él.  Nunca había un amor reciproco.
Desde siempre hemos quedado endeudados a Dios.  El nos amó y nunca hemos devuelto el amor que corresponde.
El pecado original es una deuda de Amor.

 La deuda del pecado original, como la deuda externa es imposible  repagar.
Pero distinto a la deuda externa el pecado original tiene un redentor, alguien que repaga la deuda de amor debido a Dios.
Jesús cuando se ofreció en la cruz pago la deuda de amor. No hay amor más grande que dar la vida en rescate.
Jesús restauró el equilibrio de amor y permitió que la raza humana participa de nuevo en la economía del amor divino.
Nosotros tenemos nuestra deuda externa, el pecado original perdonado en el bautismo.

 Aquí llegamos a una idea importante: María nunca fue bautizada.  Pues, ¿cómo participa ella en la redención de Cristo?
Para ser una madre adecuada por el Hijo de Dios era preciso que ella participa en el dinamismo, el intercambio, el canje, la economía del amor divino. 
La Madre de Dios no puede ser una ingrata, no puede tener una deuda de amor no reciprocado a Dios.  Ella no puede tener tal pecado original.

  Entonces, Dios obró en una manera admirable.  Dios le concedió que la redención llevada a cabo por su Hijo se aplicaría a ella.
En la gran poema Italiano “La Divina Comedia” Dante Alighieri pone en boca de San Bernardo este saludo a la Virgen María:  “Salve «hija de tu Hijo»”.
María recibe la vida sobrenatural de aquel al que ella misma dio la vida natural como madre.
María desde su concepción participó en la vida sobrenatural de amor reciproco.  Ella no heredó una deuda acumulada de amor divino no correspondido (pecado original).  Ni acumulo una deuda personal a causa de pecado personal.  En esto consiste la Inmaculada Concepción.
Ella siempre amó a Dios como corresponde, y como Dios manda. Y ella fue capacitada para tal amor por medio de la Inmaculada Concepción.  Pues, el amor de María, lo que la hizo digno de ser Madre de Cristo, fue un amor previsto, anticipado y preparado por Dios. Así la Inmaculada Concepción brota de la providencia divina, es decir del gobierno sabio y bondadoso de Dio.

CONCLUSIÓN -  ¿Y  qué nos importa?
 Como  cristianos debemos amar como Dios nos ama.  Dios nos ama con previsión, anticipación y preparación.  Entonces, debemos prever, anticipar, y preparar para amar como corresponde.

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